lunes, 14 de mayo de 2012

CARTA DE SANTIAGO. II. DISCERNIMIENTO. VERDADERA RELIGIOSIDAD. 1,19-27.

                 19Saber, sí sabéis, queridos hermanos; sin embargo, sea cada cual pronto para escuchar, lento para hablar, lento para la ira, 20porque la ira del hombre no produce la rectitud que Dios quiere. 21Por tanto, quitaos de encima toda costra espesa de maldad y aceptad dócilmente el mensaje plantado en vosotros, que es capaz de salvaros.
                 22Llevad a la práctica el mensaje y no os inventéis razones para escuchar y nada más, 23pues quien escucha el mensaje y no lo pone en práctica se parece a aquel que se miraba en el espejo la cara que Dios le dio y, 24apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. 25En cambio, el que se concentra en la ley perfecta, la de los hombres libres, y es constante, no en oírla y olvidarse, sin en ponerla por obra, ése encontrará su felicidad en practicarla.
                 26Quien se tenga por religioso porque no escatima palabras, pero engañándose él mismo, la religión de ése está vacía. 27Religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre, es ésta: mirar por los huérfanos y las viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo.

EXPLICACIÓN.

19-27.       Introduce el tema de la carta: reconoce que son instruidos, pero pide que el saber que poseen tenga efectos en la práctica; nada de palabrerías ni de ira, que tiene malas consecuencias (19-20). Quitar los obstáculos al mensaje, para que éste sea eficaz (21). Traducido en la práctica y no buscar pretextos para separar el conocimiento de la acción (cf. Mt 7,24-27) (22-24).

                La ley perfecta es la del amor, que hace libres (contraste con el yugo de la Ley mosaica) y de la felicidad al hombre si se practica seriamente (25). Alude a la índole de la "ley" cristiana (25), que después explicitará (2,8), para exponer la tesis, ya común en la piedad judía, sobre la verdadera religiosidad, que no consiste en palabras devotas (cf. Mt 7,21), sino en interesarse por los desvalidos y no hacerse cómplice de la injusticia del mundo (26-27).

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